De boca en boca
Publicado en Los
cuentos del Taller, Editorial Paulus, 2013.
"¿De qué será esa mancha? ¿Qué forma tiene? Un tigre agazapado; mejor un gato a punto de
abalanzarse sobre un pájaro desprevenido. ¡No, es una boca! Sí, una boca".
Éstos eran los pensamientos que pasaban por la cabeza de Etelvina, sentada en una silla del destacamento de policía, a cuatro cuadras de su casa. Uno de los policías que fue a buscarla le había señalado la silla, al mismo tiempo que le decía:
- Che chinita, flor de macana te mandaste, ¡eh!
Ella parecía no escuchar. "Capaz que alguno de estos policías, comiéndose un pancho, salpicó la pared con ketchup. Seguro que todos estos canas comen acá", seguía imaginando, con los ojos fijos en la mancha en la pared. "Muchos panchos y choripanes deben comer estos canas -se repetía-; por eso están tan panzones. No hay ni uno flaco".
Un dedo golpeando en su hombro la sacó de sus pensamientos.
- Ya vienen a interrogarte -dijo el del dedo, con voz fuerte.
Lo dijo en un tono tan alto que todos los que estaban ahí lo miraron, y luego a ella.
Etelvina volvió a sus pensamientos: "se ve que después de la mancha con forma de boca nunca más pintaron. ¿Desde cuándo estará esa boca oscura? Un año, o más. Capaz que el color casi morado sea por el tiempo que lleva ahí la mancha. ¿Y si no era de ketchup, de qué podía ser? ¡Mayonesa!".
- Levantáte. Vení para acá - dijo una voz ronca desde lejos.
Etelvina, como desilusionada por tener que alejarse de la boca en la pared, se puso de pie lentamente y se dirigió al lugar de donde provenía voz; el rellano de una puerta, a mitad del pasillo. Pisando suavecito, como tratando de no llamar la atención de todos los ojos que seguramente la observaban, la joven se acercó al de la voz ronca, quien le señalaba una nueva silla, en una pieza muy pequeña.
Apenas había apoyado su cuerpo delgado sobre la silla, cuando Etelvina detectó una nueva mancha; o mejor dicho, una hendidura, esta vez sobre el viejo escritorio, único mueble aparte de la silla. "Parece la marca de un cuchillo -pensó la joven, mientras se acomodaba un mechón de pelo que le caía al costado del ojo izquierdo-. Y además no es un cuchillo que simplemente se clavó en la madera. Parece que hubieran escarbado, tratando de dibujar algo ¡Filoso el cuchillo!".
- Decime chiquita, ¿qué te llevó a tirar tu bebé en ese baldío? -requería el de la voz ronca.
"¿Qué quisieron dibujar? ¡Ya sé! ¡Otra boca! Pero ésta está abierta, gritando"
- ¿No pensaste que se iba a morir? Si al chico no lo querías, lo podías dar en adopción.
"¿La boca de un hombre o de una mujer? De una mujer. Los hombres no tienen labios tan gruesos. ¿Grita de contenta o porque está enojada?"
- Che, a vos te estoy hablando ¿Sabés que ahora te vas a comer una ponchada de años en la cárcel por lo que hiciste?
"Está enojada, sí, sí. Nadie pone la boca así para reírse".
- ¿Te pensás que te vas a salvar de la cárcel si no contestás? ¡Ja! Ya se comprobó que el chico era tuyo.
"Enojada porque nadie escucha lo que quiere decir... Dijo mil veces que... ¿Qué dijo? Que no quería. Eso dijo. Una y mil veces. Pero..."
- ¿Quién es el padre? ¿Otro mocoso? ¿Alguien que no se quería hacer cargo?
"Pero, ¿y a quién le importa si ella quería o no quería?"
- Si me lo decís, el juez te va a tratar mejor, ¿sabés?
"Era su padre el que..."
- ¡Mirame cuando te hablo!
"El que..."
- ¡Contestá, carajo!
- ¡Quién quiere al hijo de su propio padre!
"¿Quién gritó eso? ¿La boca dibujada a cuchillo o su propia boca?"
Etelvina miró al que la interrogaba, tratando de
adivinar... Tarde, las dos bocas eran una sola.